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Tragedia de los Andes: 53 años de la gesta épica que convirtió el horror en leyenda

Por Verónica Iglesias

13 de octubre de 2025
Los sobrevivientes de la tragedia de los Andes juntos a los restos del fuselaje en el Valle de las Lágrimas, hoy convertido en un lugar de memoria y homenaje.
Los sobrevivientes junto a los restos del fuselaje en el Valle de las Lágrimas, hoy convertido en un lugar de memoria y homenaje.

El 13 de octubre de 1972, una fecha grabada a fuego en la memoria colectiva, la Cordillera de los Andes se convirtió en el escenario de una de las historias de supervivencia humana más estremecedoras y, a la vez, conmovedoras del siglo XX. El vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que transportaba a un equipo de rugby, sus amigos y familiares, se estrelló en medio de la imponente cadena montañosa. Lo que siguió no fue solo una tragedia, sino una gesta épica de resistencia, coraje y un testimonio inquebrantable de la voluntad de vivir. Hoy, recordamos la tragedia de los Andes para honrar la memoria de quienes partieron y la fortaleza de quienes regresaron.

 

Un viaje de rugby que se transformó en pesadilla

Las palabras de Adolfo «Fito» Strauch, «Vamos a aprovechar, son 4 días, es fin de semana largo. Nos divertimos, Chile está muy barato», resonaban con el entusiasmo de un grupo de jóvenes que se disponía a cruzar la cordillera para un encuentro amistoso de rugby. Los protagonistas eran los jugadores del club Old Christians de Montevideo, compuesto principalmente por antiguos alumnos del Colegio Stella Maris, que se dirigían a Santiago de Chile para enfrentar a su par, el Old Boys.

La aventura comenzó a tomar forma cuando Daniel Juan, presidente del club uruguayo, contrató un bimotor turbohélice de la Fuerza Aérea. El precio, $1.600 dólares, requería que se completaran las 40 plazas para abaratar costos, una tarea que los rugbiers asumieron reclutando a amigos y familiares. Así, el Fairchild FH-227D se llenó de 40 pasajeros y 5 tripulantes, listos para un viaje que prometía ser divertido. «Fui de casualidad, porque sobraban dos lugares. Decidimos irnos, en dos días hicimos todos los papeles. Nos íbamos a pasar dos días felices…», recordaría años después Javier Methol, primo de Francisco Panchito Abal.

El jueves 12 de octubre de 1972, a las 8 de la mañana, el vuelo 571 despegó desde el aeropuerto de Carrasco, en Montevideo. A bordo iban 19 jugadores de rugby, 21 amigos, familiares y particulares, y una tripulación de cinco experimentados aviadores, incluido el piloto, coronel Julio César Ferradas, y el copiloto, teniente coronel Dante Héctor Lagurara. El avión, un Fairchild FH-227D, era un turborreactor bimotor que, con apenas 792 horas de vuelo, podía considerarse prácticamente nuevo.

El plan de vuelo inicial era directo a Santiago, unas cuatro horas de viaje, sobrevolando Buenos Aires y Mendoza, cubriendo unos 1.500 kilómetros. La última media hora sería sobre la Cordillera de los Andes, que exige una altitud considerable, cercana a los 8 kilómetros para pasar el Aconcagua.

 

El Fairchild FH-227D, el avión en el que viajaba el equipo de rugby, sus amigos y familiares, en el aeropuerto de Carrasco antes del despegue que marcaría el inicio de la tragedia.

 

El error fatal y la cordillera inclemente

La escala prevista en Mendoza se extendió debido a los partes meteorológicos desalentadores para cruzar los Andes, lo que obligó a pasajeros y tripulación a hacer noche en Argentina. Al día siguiente, 13 de octubre de 1972, las condiciones seguían siendo malas, aunque se esperaba una mejoría por la tarde. Con la prohibición de que una aeronave militar extranjera permaneciera en suelo argentino por más de 24 horas como factor adicional, el avión partió de El Plumerillo a las 14.15 horas. Se optó por una ruta alternativa, más larga, en forma de «U» hacia el sur, para cruzar a menor altura por el Paso del Planchón hasta la radiobaliza de Curicó, en Chile, y luego descender hacia Santiago.

Fue durante el cruce del paso del Planchón que el destino selló su fatalidad. Con un fuerte viento de casi 100 kilómetros por hora y visibilidad reducida, el piloto cometió un gravísimo error de cálculo: viró hacia el norte antes de lo debido, creyendo haber superado el punto de no retorno y adentrándose prematuramente en una zona de montañas demasiado elevadas para la potencia y altura del 571.

El copiloto, Lagurara, aplicó la máxima potencia para intentar ganar altitud, logrando que la nariz del avión superara la cresta, pero la sección de cola impactó contra la montaña a 4.200 metros de altura. Las alas y la sección de cola se desprendieron. El resto del fuselaje, a una velocidad de unos 350 km/h, se deslizó por la ladera, descendiendo 725 metros hasta estrellarse contra el hielo y la nieve de un glaciar en un lugar que tristemente se bautizaría como «Valle de las Lágrimas», en Malargüe, cerca de la frontera chilena.

El imponente y desolador 'Valle de las Lágrimas' en la Cordillera de los Andes, escenario de la caída del avión y la épica lucha por la vida.

 

Las primeras víctimas y la paradoja del destino

El impacto fue demoledor. Tres miembros de la tripulación y diez pasajeros fallecieron de inmediato. Cuatro personas más no sobrevivieron la primera noche, sucumbiendo a las heridas graves y a las temperaturas gélidas. En las semanas posteriores, doce personas más, incluyendo ocho víctimas de un alud de nieve que sepultó el fuselaje, perdieron la vida.

La tragedia se tejió con paradojas del destino, como la historia reconstruida en el libro “La sociedad de la Nieve” de Pablo Vierci, que narra el destino cruzado de Gilberto «Tito» Regules, un rugbier, y Graciela Obdulia Augusto de Mariani. Tito se salvó de la catástrofe por haberse dormido tras una noche de fiesta, perdiendo el vuelo. Su asiento disponible fue ocupado de manera fortuita por Graciela, una mujer de 42 años que buscaba desesperadamente un vuelo para llegar a tiempo a la boda de su hija en Chile.

Graciela Obdulia Augusto de Mariani, quien no conocía a nadie a bordo, quedó atrapada en el accidente, con sus piernas rotas. A pesar de los esfuerzos de los jóvenes rugbiers por liberarla y salvarla, sus gritos de dolor se extendieron durante la primera noche hasta que, al mediodía siguiente, su cuerpo no resistió más. Fue una de las cinco mujeres que no regresaron de la Cordillera. El destino, sin embargo, parecía tener una cita pendiente con Tito Regules, quien veinte años después murió en un accidente automovilístico tras dormirse al volante.

 

El milagro de los Andes: la supervivencia en el infierno blanco

Lo que siguió al accidente es una historia inimaginable de supervivencia. A casi 4.000 metros de altura, atrapados en el «Valle de las Lágrimas», el grupo de jóvenes jugadores de rugby, amigos y parientes, se enfrentó a un infierno blanco: temperaturas inhóspitas, la desesperación de ser dados por muertos tras la suspensión de la búsqueda y, lo más crítico, la falta total de alimentos.

Sobrevivieron dentro del fuselaje, la única protección contra el clima. La falta de víveres los empujó a la decisión más difícil y extrema que la moral humana puede enfrentar: alimentarse con los cuerpos de los fallecidos, un acto de amor y pacto de vida que fue el único camino para la subsistencia.

 

El grupo de sobrevivientes junto al fuselaje, convertido en su único refugio contra el clima extremo y el desolador paisaje andino.

 

La esperanza se vio truncada por un alud de nieve que, 16 días después del accidente, sepultó el fuselaje con todos sus ocupantes, cobrándose la vida de otras ocho personas por asfixia. Sin embargo, la voluntad indomable de Roberto Canessa y Fernando Parrado, los llevó a tomar la decisión más heroica: cruzar a pie la imponente cadena montañosa de los Andes.

Después de 72 días de hambre, dolor y sufrimiento inimaginable, el 22 de diciembre de 1972, el milagro se consumó. Parrado y Canessa encontraron a un arriero chileno, lo que desencadenó el operativo de rescate. El mundo contuvo el aliento. Dieciséis jóvenes, a quienes se había dado por perdidos, regresaban a la vida. Sus nombres quedaron grabados en la historia como símbolos de la fortaleza del espíritu humano.

Lista de Sobrevivientes:

Roberto Canessa, Fernando Parrado, Gustavo Zerbino, Antonio Vizintín, Carlos Páez, Roy Harley, Roberto François, Alfredo Delgado, Álvaro Mangino, Eduardo Strauch, Adolfo «Fito» Strauch, Ramón Sabella, Pedro Algorta, Jose Luis «Coche» Inciarte, Daniel Fernández, y Javier «Dumbo» Methol.

Epígrafe 4: Roberto Canessa y Fernando Parrado, los héroes que cruzaron la Cordillera a pie, simbolizando la inquebrantable voluntad de vivir que culminó con el rescate.

Hoy, a 53 años de aquel fatídico 13 de octubre, la tragedia de los Andes es más que una crónica de horror; es un himno a la resiliencia. Rendimos homenaje a los 29 que no volvieron y celebramos la vida y el coraje de los 16 sobrevivientes, cuyo testimonio sigue inspirando a la humanidad sobre los límites insospechados de la voluntad humana ante la adversidad.

 

Información relacionada con la «Tragedia de los Andes»

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https://lv18.com.ar/premios-oscar-2024-oppenheimer-gano-el-premio-a-mejor-pelicula/

 

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