A 40 años de su muerte, Julio Cortázar sigue siendo uno de los escritores más popular de la literatura argentina, capaz de introducir al lector en otra realidad más amplia que la cotidiana. Su obra, y sobre todo sus cuentos, son todavía la puerta de entrada a la literatura para muchos jóvenes, pero también fue un talismán para las generaciones que crecieron durante los años 60 y 70 en América latina, cuando soñaban con otra realidad.
Cortázar nació el 26 de agosto de 1914 en Bruselas, Bélgica, donde su padre se desempeñaba como funcionario diplomático de la embajada argentina. Por entonces la ciudad estaba ocupada por los alemanes y el itinerario de los Cortázar estaría signado por el devenir de la Primera Guerra Mundial. Lograron instalarse un tiempo en Suiza y más tarde en Barcelona antes de que la familia pudiera regresar a Buenos Aires, cuando Cortázar tenía cuatro años. De esta primera etapa de su vida, le quedó la “r” afrancesada, que arrastraría durante toda su vida.
El autor de Rayuela y Bestiario, entre otras grandes obras murió en Paris a los 69 años. Sin renunciar a su nacionalidad, optó por la francesa en 1981, en protesta contra la dictadura cívico-militar argentina.