En un escenario cargado de simbolismo popular y memoria histórica, Cristina Fernández de Kirchner volvió al centro de la escena política con un discurso contundente y sin concesiones. Su reaparición pública en el Polo Cultural y Deportivo Saldías, en el barrio de Retiro, sirvió para lanzar una de las más duras críticas a Javier Milei desde su asunción como presidente.
Una Patria en crisis y sin escuelas
Cristina no dejó lugar a equívocos. Desde el escenario montado cerca del Barrio 31, apuntó con firmeza contra la administración libertaria: “¿Se dieron cuenta que estos tipos no construyeron nada? Ni una puta escuela”. En esa frase condensó el diagnóstico más certero sobre la gestión de Milei: un gobierno centrado en demoler lo existente sin construir nada a cambio.
Bajo una supuesta «libertad», el presidente desmantela derechos, recorta presupuestos esenciales y elimina políticas culturales que fortalecieron el tejido social durante décadas. Lo simbólico no escapa a la motosierra: el rebautizo del Centro Cultural Kirchner como «Palacio de la Libertad» no es más que un intento de vaciar de contenido todo lo que no encaje con el dogma neoliberal.
Default, deuda y un modelo que ya fracasó
Uno de los pasajes más críticos del discurso fue cuando advirtió que Argentina se encamina hacia un décimo default. Cristina denunció el endeudamiento como único mecanismo de sostenimiento económico y comparó el plan de Milei con la vieja convertibilidad, sólo que “con otro nombre”.
Retomando las palabras del economista Ricardo Arriazu, recordó su rol en la implementación de la «tablita de Martínez de Hoz», ícono del fracaso económico y social de la dictadura militar. El mensaje fue directo: el modelo libertario no es nuevo, ya se aplicó y fracasó rotundamente.
Críticas a Javier Milei desde la cultura y la soberanía
La expresidenta también hizo foco en la ofensiva cultural del gobierno. “Hay una decisión política de atacar la cultura como forma de herir nuestra identidad nacional”, denunció la senadora María Celeste Navarro en el acto. Cristina la respaldó con hechos: recordó Tecnópolis, Paka Paka, Canal Encuentro y otras políticas que en su momento ampliaron el acceso cultural y hoy están desmanteladas.
Como contrapeso simbólico, invocó el legado de El Eternauta, cuya adaptación a través de Netflix se logró gracias a la defensa de la soberanía cultural por parte de la familia Oesterheld. “Si ellos pudieron negociar con una multinacional sin perder la identidad, ¿cómo no lo va a poder hacer un país?”, reflexionó.
Unidad peronista frente a la fragmentación
Hacia el final del acto, Cristina elevó el tono político del mensaje. Llamó a reconstruir el peronismo desde la base, con militancia real, discusión de ideas y sin egoísmos. Criticó la actitud pasiva ante la motosierra libertaria y admitió que parte del éxito inicial de Milei radica en que supo canalizar malestares reales que el Estado no atendía.
También convocó a repensar el rol estatal: “No podemos seguir hablando de un Estado presente si ese Estado no da respuestas. Hay que construir una nueva estatalidad, con eficiencia”.
La reaparición de Cristina Fernández no fue sólo un acto conmemorativo. Fue una intervención política precisa, crítica y necesaria, que expuso los límites y peligros del modelo que representa Javier Milei. Mientras el gobierno gira hacia un ajuste sin alma, Cristina propuso recuperar la política con mayúsculas: debate, ideas, memoria y futuro.
En el Día de la Patria, el contraste quedó claro. De un lado, la motosierra; del otro, una dirigenta que, guste o no, sigue encendiendo el debate político argentino con claridad y coraje.
Más información sobre 25 de Mayo y Cristina Fernández
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